Totana, vínculos de seducción, incertidumbre y dolor al aroma del Mediterráneo. (Artículo de Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana)

Totana, vínculos de seducción, incertidumbre y dolor al aroma del Mediterráneo. (Artículo de Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana)
Totana, vínculos de seducción, incertidumbre y dolor al aroma del Mediterráneo. (Artículo de Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana)
Totana, vínculos de seducción, incertidumbre y dolor al aroma del Mediterráneo. (Artículo de Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana)
Totana, vínculos de seducción, incertidumbre y dolor al aroma del Mediterráneo. (Artículo de Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana)
Totana, vínculos de seducción, incertidumbre y dolor al aroma del Mediterráneo. (Artículo de Juan Cánovas Mulero, cronista oficial de la Ciudad de Totana)
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Demasiado a menudo, entre las espumas de las encrespadas olas que se mueven inquietas

por el mar Mediterráneo, por ese abismo en el que confluyen los ardores mercantiles con las aspiraciones espirituales, se distinguen las lágrimas impregnadas de desgarro de multitud de hombres y mujeres que han visto zozobrar en esas aguas sus ilusiones y esperanzas, que han sentido los atroces zarpazos del miedo. 

Es inevitable que, en las emociones que despierta la dilatada historia de este mar, distingamos, por su dureza y crueldad, la tragedia de los que, devorados por la ferocidad de sus embates, malograron en él sus esperanzas y afanes, sus sueños e ilusiones, encontrando tan solo indiferencia en las aletargadas conciencias de los que navegamos en la seguridad. 

Junto a estas evidencias que ponen en relieve la injusta realidad de un mundo que esconde la mirada ante el dolor ajeno, recordamos momentos que, en torno al Mare Nostrum, experimentaron algunos de los vecinos de Totana o que condicionaron la vida de sus habitantes. 

El Mediterráneo, fuente de regocijo para las gentes de Totana.

 El disfrute de este privilegiado entorno estuvo reservado durante siglos a un reducido colectivo de población que durante los meses más calurosos de la estación veraniega se desplazaban a «tomar las aguas» a Puerto de Mazarrón. Desde finales del siglo XIX y hasta la década de mil novecientos sesenta, eran muy pocas las familias que, con propiedad en eseenclave, viajaban a saborear esta prerrogativa. Esta práctica supuso un expresivo signo de poder económico y de prestigio social, de la que daba buena cuenta la prensa de laépoca. Además, en determinadas fechas, tan solo puntualmente y en contadas ocasiones, coincidiendo principalmente con las grandes festividades del verano, otro grupo marchabahacia ese escenario. 

Para aprovechar sus bondades se trasladaban en carros y, posteriormente, en camionetas de familiares y amigos, pero también en autobuses que fletaban algunos vecinos. Con el progreso que acompañó los últimos años del franquismo y el avance económico de la democracia, laparticipación y presencia de totaneros y totaneras fue en aumento, hasta aglutinar a un importante númerode personas de nuestra tierra que disfrutan de sus vacaciones en ese apacible lugar. 

El Mediterráneo, una amenaza para la seguridad de las tierras ribereñas.

Durante siglos la navegación por este mar estuvo condicionada por la piratería y por los ataques de navíos que, partiendo del norte de África, no sólo interceptaban las travesías, sino que, a menudo, atacaban las poblaciones del litoral.

Esta realidad hizo que Totana se viese requerida con cierta frecuencia para acudir en la protección de la costa. En agosto de 1575, se les advertía perseverasen prestos a socorrer la villa de Mazarrón ante el posible ataque de la «armada de Tetuán», similar demanda se recibía en abril de 1583 desde Cartagena, cuando sabedores las autoridades que se estaban «aprestando en Argel mucho número de navíos con designio de tentar el daño de las costas de España y en especial de la costa de la ciudad de Cartagena », se pedía a los mandatarios totaneros que permaneciesen prevenidos. 

Para afrontar este potencial peligro acordaban se preparasen y alistasen «gente de a caballo como de a pie» para acudir en caso de ser reclamados. De esta época es, igualmente, el argumento en el que se fundamenta el «Milagro de Bolnuevo », expresión de los repetidosataques que recibían esas tierras por asaltantes berberiscos y que en esa ocasión la intervención milagrosa de la Inmaculada Concepción desbarató. 

La relativa continuidad de ruegos de esta naturaleza a Totana acabó por relajar la guardia y así, en noviembre de 1625, ante la petición de auxilio para participar en las campañas reales, el Concejo totanero alegaba que los vecinos estaban ocupados en la siembra y que solo acudirían si la situación fuese muy forzosa. 

Paralelamente a este recurrente peligro, del otro lado del Mediterráneo arribaron sucesivas oleadas de epidemias, lo que apremió a mantener la vigilancia a fin de evitar que recalasen navegantes procedentes de regiones infectadas. 

Remeros de galeras por las aguas del Mediterráneo.

En 1753, cuando Totana vivía las celebraciones que tuvieron lugar para conmemorar la llegada del agua del manantial de La Carrasca a la fuente de la Plaza, dos vecinos, los hermanos Salvador y Francisco Bautista Carrasco, cumplían condena en la galera San José. 

Aunque desconocemos la razón es que los llevaron a sufrir este castigo, intuimos hechos de cierta gravedad, en tanto que este tipo de correctivo derivaba de actos de especial magnitud. Inmersos en esa lamentable situación y buscando el alivio de su pena, otorgaban un poder en Cartagena a favor de Melchor de Cánovas Cayuela para que, personándose ante la justicia de la villa de Totana, consiguiese documento que acreditase la honorabilidad de los mismos, de tal modo que lograsen abandonar la dura expiación a que estaban sometidos. Para ello argumentaban que «eran hombres quietos, de honrados precedentes, sin haber dado jamás qué decir», en su tierra natal ni en otras, «fuera de ella», tampoco eran «vagabundos ni mal entretenidos y, sí aplicados a su trabajo, sin haber dado lugar a queja alguna». 

Avalados por testigos usarían dicho documento para liberarse de tan pesada carga. Ignoramos el destino final de estos presidiarios, pero intuimos que las dificultades y carestías que caracterizaban las formas de vida de la época, agravadas por las circunstancias en las que ellos se desenvolvían, no serían demasiado halagüeñas.