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La historia del Milagro de la Purísima en Mazarrón

Os dejamos la historia del Milagro de la Purísima, aprovechando que celebramos este 17 de Noviembre, día de su festividad.

Según se nos cuenta en las nueve Declaraciones que bajo juramento hicieron varios vecinos del pueblo, al amanecer del 17 de Noviembre de 1585 vino un vigía de la Cueva de los Lobos dando la alarma porque había oído ruidos extraños. Se tocó a arrebato la campana del Castillo de los Vélez y la gente fue a pie y a caballo hasta el mar donde vieron siete galeotas que se dirigían hacia Cabo Cope. A la vuelta siguieron el rastro de las huellas de los piratas que, de junto al Bol de Piedra Mala, se dirigía por la falda de la sierra pasando por el Cabo de la Leonera hasta la Cueva del Plomo, llegando al caserío de las Moreras y desde allí se dirigían al Bol de Susaña y a las tierras de Andrés Sepúlveda y desde ese lugar a la cañada de Antonia Ruíz hasta llegar a la Cruz de los Caminos en el arrabal del pueblo, volviéndose de nuevo por el Camino Real al pozo del ladrillar y desde allí de nuevo por la Rambla hasta las Pedreras Viejas y otra vez a Piedra Mala, dejando en su huida aparente municiones y otras pertenecías, entre ellas la Bandera llamada “de los Moros” hoy restaurada y que se custodia en el Santuario de la Purísima en Mazarrón, como un testimonio histórico de aquel acontecimiento.

Vueltos al pueblo, admirados y asombrados de que aquellos piratas en número de unos quinientos hubieran llegado hasta cincuenta metros de la villa son ser notados por nadie y que se fueran huyendo inexplicablemente sin que tampoco nadie los notara, entraron en la iglesia para oír la Santa Misa, volviéndose luego a sus casas para comer. En la Iglesia de San Antonio estaba erigida la Cofradía de Nuestras Señora del Rosario a cuyo rezo se interpretó la victoria de la Batalla de Lepanto contra los turcos en 1571.

El mediodía es la hora crucial en que se despejarán las inquietudes e interrogantes que no habían conseguido antes: al amanecer el sacristán y encargado del Hospital, Gaspar Martínez, visitó la iglesia de la Purísima y ha visto apagada, como era natural, la lámpara de aceite que hay en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción, y en la cual había echado en la noche anterior una cuarta de aceite cerrando entonces la verja de la capilla con llave, y se fue a sus asuntos. Al mediodía, cuando la gente salía de misa, la hija de la sacristana ha visto encendida la lámpara de la capilla de la Virgen y se lo ha dicho a su madre. Esta mujer, llamada Patricia Lara, asombrada de que eso ocurriera, pues era materialmente imposible, ella y otros vecinos que estaban en el Hospital contiguo oyeron un gran golpe en la iglesia y ante tal señal entraron y vieron la referida lámpara encendida y goteando aceite sobre el plato donde en poco tiempo hubo más de dos libras. Llamó a su marido y ante tal prodigio tocó insistentemente la campana de la iglesia de tal modo que el pueblo se inquietó y acudió a ver qué pasaba, unos pensando que algún anciano se había muerto, otros pensando que había llegado en libertad algún cautivo y otros sin más motivo que responder al sonido de la campana que tañía. Llegó el mayordomo de la Cofradía y Hospital, Ginés Pérez Monzón, pensando entonces que se había muerto algún asilado y vino también Clemente García, sacristán de la iglesia de San Antonio, junco con el escribano Jorge Escobar. Cuando llegó el cura de San Antonio, Don Ginés Cifuentes, el Mayordomo abrió con la llave la puerta de la capilla y pudieron contemplar los cuatro de cerca cómo la lámpara goteaba desbordándose el aceite sobre el plato. Dirigiendo el sacristán de San Antonio la mirada a la imagen de la Virgen vio cómo ésta tenía sobre la frente unas pequeñas gotas de agua y otras más grandes que se formaron en la mejilla derecha y en el lagrimal y caían sobre su pecho. El cura se arrodilló admirando y lleno de fervor empezó a dar voces alabando a Dios y a su Bendita Madre y se dirigió al pueblo diciendo: “No veis cómo suda la imagen de Nuestra Señora”. En estas también llegó Don Bartolomé de la Parra, cura de San Andrés y, pidiendo unos corporales, secó varias veces el rostro de la imagen que no paraba de sudar. Todo fue un remolino de emoción, fervor y clamor. La multitud se abalanzó sobre la verja para coger con paños y vasos aceite y untarse con él los ojos y la cara y pidiendo ser lavados sus caras con el agua que manaba del rostro de la santa imagen reconociendo y proclamando que esos prodigios, que duraron más de hora y media, eran la señal inequívoca de que Dios había librado al pueblo de la invasión de los piratas moros por la intercesión segura de la Virgen María en el misterio de su Inmaculada Concepción. De inmediato se formó una solemne y emocionada procesión que salió desde esa iglesia de la Virgen a las iglesias de San Antonio y San Andrés con las cruces parroquiales y cofradías de la Villa cantando el Te Deum y volviendo otra vez a la referida iglesia.

Esto es lo que resumida y sucintamente pasó aquel día memorable en la amada iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, y que fue proclamado festivo para la posteridad en la Villa de Mazarrón. Este es el motivo por el que su Municipio tiene elegida como Patrona a la Santísima Virgen Inmaculada y la razón de que cambiase el día de su fiesta patronal que, hasta esa fecha, era celebrado anualmente el ocho de septiembre, festividad del Nacimiento de Santa María.

Son datos sencillos tomados de las nueve Declaraciones que, bajo juramento tomado por el alcalde, Juan Zamora Vivancos, y su teniente de alcalde, el capitán Ginés Pérez de Burgos, hicieron ante el escribano Jorge Escobar que daba fe, patricia Lara, la mujer del sacristán y encargado del Hospital, su esposo, Gaspar Martínez, Ginés Pérez del Monzón, Mayordomo de la Cofradía y Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, Clemente García, sacristán de la iglesia de San Antonio, Juan González, alguacil de la Villa, Francisco Ros de los Ríos, médico cirujano, los vecinos Pedro León Rosique, Lucas Treviño y Rodrigo García de Escobar. Estas nueve declaraciones, guardadas con gran celo durante tanto tiempo como uno de sus mayores tesoros en el Archivo del Ayuntamiento, hoy están desaparecidas pero afortunadamente se ha conservado su contenido gracias a haber sido impresas y publicadas en las hojas parroquiales de 1946 a 1950 y en años posteriores por Serafín Alonso y Antonio Jorquera.


Fuente: Parroquias de Mazarrón

La historia del Milagro de la Purísima en Mazarrón
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