Paul Pallary fue un prestigioso científico francés que visitó Mazarrón en
el verano de 1892 invitado por el arqueólogo e ingeniero de minas Luís Siret
para conocer los diferentes yacimientos estudiados por éste. Pallary, que
procedía de Orán, arribó a Cartagena en la mañana del 16 de agosto de
Aún no se habían terminado sus tribulaciones, pues faltaban
La noche cae rápidamente y no nos permite retrasarnos
contemplando el paisaje. Estamos en medio de un lugar montañoso en el que
escasea el verdor. A poca distancia de Mazarrón, hacia la derecha, pasamos por
delante de yacimientos de alunita que han sido explotados desde hace algunos
siglos. Descubrimos numerosas instalaciones para la extracción de minerales de
plomo y de hierro. Existen en estas minas vestigios de labores romanas
considerables, de los que se han encontrado soberbios objetos.
La noche lo oscurece todo; no tenemos la luna para iluminarnos y llegamos a tropezar más de una vez. Ninguna aldea junto a la carretera: tan sólo tres casas, distanciadas de cuatro a cinco kilómetros, indican que estamos en un país habitado. A las diez y media llegamos a la puerta de la habitación de Siret, cerrada un poco antes pues él no esperaba vernos llegar allí esta noche. Tras algunos momentos consagrados a los primeros desahogos, me dispongo a tomar el descanso que creo, me tengo bien merecido.
La casa donde residía Siret en Parazuelos estaba emplazada en un lugar
admirable, con grandes palmeras que semejaban un oasis. La temperatura
deliciosa y el aire que respiraba -todo saturado de sal y de yodo- le harán
adivinar la proximidad del mar. Al despuntar el día visitaría, acompañado de
Siret, un poblado de transición entre la piedra y el bronce, situado a poca
distancia de la casa y sobre una pequeña colina aislada. Durante el paseo
encontraron una punta y una hoja de silex, trozos de cerámica y un fragmento de
crisol con restos de escoria adheridos. Este yacimiento, al igual que la mayor
parte de los que reconoció, habían sido ya descritos por Siret en su monumental
obra “Las primeras edades del metal en el sureste de España”, publicado en
1889. Luego se acercaron a la cueva de “Las Perneras”, donde observó útiles de
cuarzo muy mal trabajados, asociados a caracoles y algunos huesos. Pallary
manifiesta en su crónica que sin duda
alguna se trata de un asentamiento del hombre cuaternario, y probablemente el
más antiguo de España.
Al día siguiente por la mañana saldrían, subidos a lomos de mulos esta
vez, a inspeccionar la acrópolis de Ifre, de la que afirmaría, era un magnifico
poblado de la edad del Bronce, situado al nordeste de Parazuelos y a unos
cuatro kilómetros de esta localidad. Después de terminada la jornada, hizo un
recuento de las piezas que llevó consigo: muelas de triturar el grano de
basalto, tiestos y restos de urnas funerarias, una sierra oolítica de silex,
conchas terrestres y marinas, y algunas osamentas de ciervo, jabalí y de
liebre. Igualmente, Siret le mostraría una parte de su colección particular,
pues la principal la había donado a un museo de Amberes, donde ya estaba
expuesta públicamente. Pallary, conmocionado ante los objetos que veía, relató
en su diario lo siguiente:
“…juntos examinamos las características de las soberbias piezas del neolítico y la edad del bronce, puntas de flecha de silex tan delgadas como una tarjeta de visita, puñales casi tan bellos como los de Dinamarca, alfarería de pasta fina y ornamentada, pequeñas hachas de fibrolita. Rara vez vi muestras tan bellas. El señor Siret fue lo bastante generoso para regalarme piezas como recuerdo de mi paso por allí.”
Aun considerando el tiempo transcurrido, nos sigue sorprendiendo la riqueza arqueológica de Mazarrón en unos años donde los hallazgos eran patrimonio casi exclusivo de unos pocos ilustrados extranjeros, capaces de hacer miles de kilómetros para conocer un asentamiento del neolítico. Los museos de arqueología en España, prácticamente brillaban por su ausencia, siendo estos primeros estudiosos los que sacaron a la luz el nombre de Mazarrón en publicaciones científicas. Entre todos ellos quizá la figura del belga Luís Siret sea la más relevante y la que, desgraciadamente, haya pasado más desapercibida para nosotros.
Mariano C. Guillén Riquelme
Cronista Oficial de Mazarrón