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Mazarrón Hoy

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El viaje del arqueólogo francés Paul Pallary a Mazarrón en agosto del año 1892

El cronista oficial de la villa, Mariano Guillén nos relata el viaje que Paul Pallary, que fue un prestigioso científico francés realizó a Mazarrón en el verano de 1892 invitado por el arqueólogo e ingeniero de minas Luís Siret.

Paul Pallary fue un prestigioso científico francés que visitó Mazarrón en el verano de 1892 invitado por el arqueólogo e ingeniero de minas Luís Siret para conocer los diferentes yacimientos estudiados por éste. Pallary, que procedía de Orán, arribó a Cartagena en la mañana del 16 de agosto de 1892 a bordo del paquebote “Trasatlántico”, donde le esperaba un guía de Siret para acompañarle. El trayecto de Cartagena a Mazarrón lo haría en una espantosa tartana de gran tamaño en la que se apilaron catorce personas. Cuando finalmente llegó al Puerto de Mazarrón, descubrió que se trataba de un lugar muy pintoresco cuya hermosa panorámica le repuso de aquel viaje atroz. Tras un breve paseo, se extrañaría de ver tantas casetas de madera en la playa y de la una enorme animación entre los vecinos que, al parecer, estaban en fiestas. Explica en su relato que Mazarrón estaba bastante alejado de la playa, aunque una buena carretera les condujo hasta allí, pasadas  las seis de la tarde.

Aún no se habían terminado sus tribulaciones, pues faltaban 16 kilómetros para alcanzar su destino final en el paraje mazarronero de Parazuelos, así que envió al guía a buscar una galera o incluso unas mulas para su transporte. Finalmente, sólo encontró un cochero que les cobraba la elevada suma 25 francos, por lo que decidió hacer el camino a pie y, tras cenar, partieron de nuevo. Pallary escribirá sobre aquella caminata nocturna lo siguiente:

La noche cae rápidamente y no nos permite retrasarnos contemplando el paisaje. Estamos en medio de un lugar montañoso en el que escasea el verdor. A poca distancia de Mazarrón, hacia la derecha, pasamos por delante de yacimientos de alunita que han sido explotados desde hace algunos siglos. Descubrimos numerosas instalaciones para la extracción de minerales de plomo y de hierro. Existen en estas minas vestigios de labores romanas considerables, de los que se han encontrado soberbios objetos.

La noche lo oscurece todo; no tenemos la luna para iluminarnos y llegamos a tropezar más de una vez. Ninguna aldea junto a la carretera: tan sólo tres casas, distanciadas de cuatro a cinco kilómetros, indican que estamos en un país habitado. A las diez y media llegamos a la puerta de la habitación de Siret, cerrada un poco antes pues él no esperaba vernos llegar allí esta noche. Tras algunos momentos consagrados a los primeros desahogos, me dispongo a tomar el descanso que creo, me tengo bien merecido.

La casa donde residía Siret en Parazuelos estaba emplazada en un lugar admirable, con grandes palmeras que semejaban un oasis. La temperatura deliciosa y el aire que respiraba -todo saturado de sal y de yodo- le harán adivinar la proximidad del mar. Al despuntar el día visitaría, acompañado de Siret, un poblado de transición entre la piedra y el bronce, situado a poca distancia de la casa y sobre una pequeña colina aislada. Durante el paseo encontraron una punta y una hoja de silex, trozos de cerámica y un fragmento de crisol con restos de escoria adheridos. Este yacimiento, al igual que la mayor parte de los que reconoció, habían sido ya descritos por Siret en su monumental obra “Las primeras edades del metal en el sureste de España”, publicado en 1889. Luego se acercaron a la cueva de “Las Perneras”, donde observó útiles de cuarzo muy mal trabajados, asociados a caracoles y algunos huesos. Pallary manifiesta en su crónica que sin duda alguna se trata de un asentamiento del hombre cuaternario, y probablemente el más antiguo de España.

Al día siguiente por la mañana saldrían, subidos a lomos de mulos esta vez, a inspeccionar la acrópolis de Ifre, de la que afirmaría, era un magnifico poblado de la edad del Bronce, situado al nordeste de Parazuelos y a unos cuatro kilómetros de esta localidad. Después de terminada la jornada, hizo un recuento de las piezas que llevó consigo: muelas de triturar el grano de basalto, tiestos y restos de urnas funerarias, una sierra oolítica de silex, conchas terrestres y marinas, y algunas osamentas de ciervo, jabalí y de liebre. Igualmente, Siret le mostraría una parte de su colección particular, pues la principal la había donado a un museo de Amberes, donde ya estaba expuesta públicamente. Pallary, conmocionado ante los objetos que veía, relató en su diario lo siguiente:

“…juntos examinamos las características de las soberbias piezas del neolítico y la edad del bronce, puntas de flecha de silex tan delgadas como una tarjeta de visita, puñales casi tan bellos como los de Dinamarca, alfarería de pasta fina y ornamentada, pequeñas hachas de fibrolita. Rara vez vi muestras tan bellas. El señor Siret fue lo bastante generoso para regalarme piezas como recuerdo de mi paso por allí.

Aun considerando el tiempo transcurrido, nos sigue sorprendiendo la riqueza arqueológica de Mazarrón en unos años donde los hallazgos eran patrimonio casi exclusivo de unos pocos ilustrados extranjeros, capaces de hacer miles de kilómetros para conocer un asentamiento del neolítico. Los museos de arqueología en España, prácticamente brillaban por su ausencia, siendo estos primeros estudiosos los que sacaron a la luz el nombre de Mazarrón en publicaciones científicas. Entre todos ellos quizá la figura del belga Luís Siret sea la más relevante y la que, desgraciadamente, haya pasado más desapercibida para nosotros.


 Mariano C. Guillén Riquelme

Cronista Oficial de Mazarrón 

Luis Siret, en Mazarrón (Murcia) en 1887, con un gato. COLECCIÓN JUAN GRIMA
Luis Siret, en Mazarrón (Murcia) en 1887, con un gato. COLECCIÓN JUAN GRIMA
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