La Iglesia de San Andrés Apóstol acogió en la tarde de ayer la presentación del Cristo Yacente tras su restauración integral por el maestro jumillano Mariano Spiteri. La encargada de abrir el acto fue Magdalena Campillo, quien se dirigió a los hermanos cofrades por última vez como presidenta y aprovechó para agradecer “a Dios por darle la oportunidad de trabajar por la Cofradía, a todos los cofrades y presidentes que me han precedido y que han hecho un trabajo indispensable y a mi familia por su comprensión todo este tiempo en esta dedicación”. Campillo invitó también a los hermanos cofrades a colaborar en la restauración del Yacente junto a las familias que ya lo han hecho. El nombre de todos los que participen será inscrito en un pergamino que será depositado en el interior de la talla.
Por su parte, el restaurador Mariano Spiteri expuso el proceso de recuperación de la imagen que fue sometida a un minucioso estudio en su taller, empleando avanzados métodos de localización de daños como rayos x o tomografía axial computerizada.
Como diagnóstico, llamó la atención las fisuras presentes en los brazos en lo referente a la estructura. De la policromía, el pan de oro del paño se encontraba oxidado y gracias a la reflectografía ultravioleta se detectaron multitud de repintes, siendo considerable también la presencia de suciedad acumulada que quitaba el esplendor a la pintura.
Fundamentalmente, la intervención para recuperar la escultura ha consistido en una desinfección curativa y preventiva introduciéndola en una cámara de gas, consolidación de las uniones internas y eliminación de las grietas, fijación de los brazos al resto de la estructura, reposición de la policromía siguiendo los patrones originales. Ahora, gracias a las manos de Spiteri, el Cristo Yacente vuelve a lucir como salido del taller de Olot (Gerona) cuando fue encargado en los años 1950 por Julián Campillo para sustituir al desparecido Yacente en la guerra civil.
Al tratarse de una restauración integral, el párroco de San Andrés Apóstol y San Antonio de Padua, Antonio Martínez, dio la bendición a la imagen de culto para que “siga recordándonos los misterios de Cristo. Esta sagrada imagen ha de recordarnos, en primer lugar, que Cristo es imagen visible de Dios invisible, el Hijo de Dios que bajó al seno de la Virgen. Es el signo y sacramento de Dios Padre. Él, en efecto, dijo: `Quien me ha visto a mi ha visto al padre´”.