Se cumplen 30 años de las
inundaciones de Bolnuevo, la última gran catástrofe natural que se azotó el
municipio de Mazarrón.
En Mazarrón,
como en otras localidades del Sureste Ibérico, se producen con relativa
frecuencia episodios de lluvias torrenciales en los meses de septiembre y
octubre. Estas lluvias descargan a modo de violentos aguaceros, llegándose a
registrar precipitaciones de más de 100 litros por metro cuadrado en 24 horas,
e incluso la misma cantidad en unas pocas horas. Es decir, en varios días se
pueden registrar el 80% del total anual de las precipitaciones. Interesa
advertir que la media anual de lluvia en Mazarrón para el periodo 1996-2018 es
de 208,38 mm. Por ejemplo, en 2018 se contabilizó una precipitación total de
251,10 mm, mientras que en 1999 tan solo se registraron 94,80 mm. Estos datos
evidencian una clara variabilidad anual de las precipitaciones.
El 7 de
septiembre de 1989 se produjo una gota fría que dejó importantes lluvias en la
Región de Murcia. La Rambla de las Moreras llegó a tener un caudal punta de más
de 1.300 m³/segundo, lo que supuso una fuerte onda de crecida y la destrucción
del Camping de Bolnuevo y de infraestructuras agrícolas y urbanísticas,
conllevando unas pérdidas económicas de más de 2.000 millones de pesetas (según
las crónicas).
Los
mazarroneros vivieron con miedo y tristeza el desastre. Desde entonces, muchos
se preguntan si esto volverá a suceder. La respuesta es sí, sin lugar a dudas,
ya que es una característica propia del clima mediterráneo que está presente
desde tiempos inmemoriales y que, según las proyecciones del cambio climático,
serán cada vez más intensas. Lo que no se puede saber con certeza es cuándo se
producirá. Las últimas lluvias torrenciales en la Región de Murcia no han
afectado a Mazarrón tanto como las de 1989, pero si se han producido numerosos
daños materiales e inundaciones considerables de ciertas partes del municipio
en otros episodios como los de 2010, 2012 o el de 2016.
En
definitiva, la población debe estar preparada ante estas situaciones. Es decir,
tener conciencia del riesgo. La memoria suele ser corta y a veces juega una
mala pasada pensando que no volverá a suceder algo similar.
No obstante,
la medida más eficaz para reducir la exposición de la población ante las
inundaciones es una correcta ordenación del territorio, así como una buena
concienciación de la ciudadanía ante esta problemática que desde tiempos
ancestrales es propia de la zona.