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El Milagro de Almazarrón

Artículo de D. Mariano Guillén Riquelme, cronista oficial de la Villa, donde nos explica la historia del Milagro en nuestro municipio.


Dentro del contexto histórico del Corsarismo mediterráneo de los siglos XVI y XVII surgió en Mazarrón del fervor por la Inmaculada Concepción; concretamente tras el milagro que tuvo lugar el 17 de noviembre de 1585, cuando, según la leyenda, la Virgen salió de su ermita y ahuyentó con diversos prodigios a los invasores norteafricanos que habían atracado en las costas de nuestra villa.  Poco tiempo después, Almazarrón se convirtió en el primer pueblo de España que tomó a la Inmaculada Concepción como patrona, no siendo hasta 1761 cuando la propia nación española la tomó igualmente por patrona y protectora, celebrándose el 8 de diciembre una festividad de carácter nacional. Entre los lugares que mantienen una especial devoción por la Inmaculada están Santa Cruz de Tenerife y La Línea de la Concepción, donde existen sendos santuarios en su honor. También recibe gran veneración en las localidades murcianas de Yecla, de donde es patrona, e igualmente Fortuna y El Palmar.  A comienzos del siglo XVIII, en el lugar de la antigua ermita se levantó una capilla, fundándose junto a ella un convento de franciscanos que cuidaron celosamente del culto y contribuyeron a su ornato. Se puede constatar que todo Mazarrón y especialmente los pescadores, han sentido y sienten por su patrona un amor singular. Los hombres del mar lanzaban en su nombre las redes al agua, los labradores la invocaban en sus primeras sementeras y los enfermos esperaban sanar por su intercesión.

Tras la desaparición de la industria del alumbre, se buscó en la agricultura un medio de subsistencia que, junto a la pesca y la elaboración de sosa y barrilla, evitaran la práctica despoblación del lugar. Fue a partir de entonces cuando las rogativas a la Virgen de la Concepción en demanda de lluvias se hicieron frecuentes; no siendo el clero local, sino un órgano civil como el Concejo de la villa, quien cada ciclo de sequía tomaba el acuerdo de sacar en procesión a la Patrona. El Ayuntamiento imputaba los males que padecía el vecindario a los castigos que Dios les enviaba, argumentando que, en semejantes lances, eran las devociones y súplicas de su bendita Madre las únicas capaces de mitigar la mano y el rigor de su justicia. Las actas capitulares de la época hablan de la cruel esterilidad de los tiempos y, asimismo, declaran la urgente necesidad que tienen los campos de un abundante rocío del cielo que los fertilice. Por lo tanto, no quedaba otra solución que exhortar a los curas de las parroquias para disponer y organizar las rogativas con la devoción que el caso requería. Los cabildos municipales proponían igualmente un novenario de misas cantadas y salves en el ermita de la Concepción, en su altar mayor y con procesión general el último día, para lo cual era indispensable la contrición y el arrepentimiento de todos los asistentes. Los acuerdos del Ayuntamiento en dicha centuria están repletos de peticiones y rogativas a la Virgen para invocar las deseadas lluvias que remediaran las cosechas, dictaminando el Concejo, sorprendentemente, cuándo y cómo convenía sacar la imagen en procesión, así como el número de novenas que debían ofrecérsele a la Virgen.

Pero sería algunos siglos después, con la llegada a Mazarrón de un cura párroco llamado Jesús García en 1941, cuando se pondrá en marcha el proyecto de construir un santuario en el mismo lugar que ocupaban las ruinas de la conocida como «Torre de los Caballos», cercano a la costa y en el caserío de Bolnuevo. Don Jesús (como era conocido por sus feligreses) creará una publicación semanal de carácter religioso titulada precisamente «Santuario»; y en el número correspondiente al 24 de febrero de 1946, escribirá lo siguiente:     

...durante el siglo XVI fue este torreón, baluarte y vigilancia contra las incursiones de los moros, una de las cuales dio ocasión al famoso milagro obrado por la Purísima Concepción, (...) hasta la playa del Castellar llegó la Santísima Virgen, ahuyentando con su presencia terrible a los piratas moros que pretendían un golpe de mano sobre los pacíficos vecinos de esta villa. Todavía crecen en estas playas azucenas de la Virgen, plantas misteriosas que sólo allí florecen, y que no han podido aclimatarse a otro lugar.

¿No os parece que sería muy razonable y justo que, allí mismo donde se realizó este milagro, se realizase una Capilla o Santuario dedicado a la Purísima, para conmemorarlo?

Finalmente, la primera piedra del «santuario-fortaleza» se pondrá el 17 de noviembre de 1946 (día del Milagro) y a partir del año siguiente comenzará la tradición de realizar una denominada Romería del Milagro. La peregrinación tendrá un carácter anual, cada domingo posterior al 17 de noviembre, llevando los romeros la imagen de la Virgen desde su Santuario en Mazarrón, hasta la ermita de Bolnuevo en la playa, distante unos cinco kilómetros. De esta curiosa manera será rememorado el mismo trayecto que hizo la Virgen cuando salió de su ermita para ahuyentar a los sarracenos; además, quedará para dicho día en el pueblo, la misa solemne con el voto anual de acción de gracias del alcalde y la Corporación, con la procesión de la patrona visitando las iglesias de San Andrés Apóstol y San Antonio de Padua. La Romería del Milagro es un acto simbólico y festivo que ha ido adquiriendo relevancia en el ámbito de las festividades locales; hasta el punto que lo podemos considerar el evento más participativo de cuantos se realizan en la villa, no sólo por la asistencia mayoritaria de todo el pueblo, sino por la llegada masiva de visitantes de localidades cercanas que igualmente la han hecho suya. El espectáculo de la costa de Bolnuevo literalmente invadida por miles de romeros que pasan el día junto al mar, es impresionante; sobre la  arena de la playa, en improvisadas hogueras donde asan sardinas y otras delicias culinarias, en tiendas de campaña, …en cualquier lugar se confraterniza y resalta, por encima de cualquier otra consideración,  las relaciones humanas.

Pero, quizá el hecho más relevante de toda esta historia sea comprobar cómo la tradición se ha mantenido casi intacta, inmutable al paso del tiempo y, por tanto, convertida en una de las pocas señas de identidad que nos define como mazarroneros. Nuestro pasado más ancestral, forjado en una titánica lucha por la supervivencia en un territorio hostil, dio paso a los altibajos económicos que conllevaron la fabricación de alumbre, las minas de plomo y hasta los reveses de la agricultura en tiempos más modernos. Almazarrón, tierra de acogida y lugar de encuentro, ha sabido perpetuar en su memoria uno de los más bellos capítulos que se han escrito en torno a su propio origen. 

El Milagro de Almazarrón
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